Por ti
Recuerdo que una vez te hablé de una cajita. Y no soy capaz de recordar nada más. Lo intento, araño, pero sólo proyecto en la cabeza la imagen de una cajita a medio abrir, y una luz saliendo de ella. Creo que era algo así como que si pudiera guardaría una estrella para ti.
Al agacharse, Camille pudo ver el día y la hora que marcaba en el papel. No sabía por qué se había agachado, podría haber sido cualquier cosa, pero le llamó la atención ver, tirado en el suelo, un ticket de la misma forma y colores que suelen tener las entradas de teatro. Y por eso se agachó. Las letras más grandes eran las que decían el nombre de la obra de teatro en cuestión -un musical bien conocido en la ciudad representado por una renombrada compañía; lamentablemente, parecía que el mayor reclamo del reparto era una muchacha que había salido de un programa de televisión-, las letras más pequeñas rezaban el día y la hora en que debería haberse visto la obra. El día y la hora en que debería haberse visto la obra... Si no fuera porque, teniendo en cuenta el día y la hora que estaban escritos en el papel, esa obra iba a empezar en veinte minutos. Camille se aseguró de que efectivamente el día que marcaba el ticket era ése mismo, así que se planteó ir al teatro. Miró el reloj. Mierda. Ya no llegaba. Qué lástima, tuvo la suerte de encontrarse la entrada de una obra de teatro y no podía llegar a tiempo. Así que le dio otra vuelta a la bufanda alrededor de su cuello y salió a la calle, con la entrada en la mano.
En las escaleras mecánicas dejó de lamentarse por no llegar al teatro y emepezó a preguntarse cómo había llegado la entrada hasta allí. Se volvió a asegurar de que la entrada no estaba rasgada. No, no estaba rasgada y era para ése mismo día.
Pensó que a alguien se le habría caído, pero ¿dónde debe de estar una entrada para que se le caiga a alguien en el metro? ¿En un bolsillo? No, esa entrada estaba perfecta, ni doblada ni con la más mínima arruga. Ni siquiera tenía las esquinas levantadas. Hay personas a las que siempre ha asombrado esa capacidad para no levantar las esquinas de los papeles. Quizá estaba sirviendo de punto de libro y, al sacar la cartera para sacar el billete de metro, aparto para aquí, aparto para allá, podría haberse escurrido la entrada. Uff, demasiado complicado. Bueno, cosas más raras se han visto.
Bueno. Y... ¿y si la habían tirado? Podría ser que el propietario de la entrada al final no pudiera ir y la hubiese tirado al suelo. Pero una persona que tira una entrada de teatro al suelo lo debe de hacer con rabia, pues si al final no puede ir al teatro y no le da rabia, intenta sacarle el mayor partido a esa entrada. Así que la entrada fue tirada al suelo con rabia.
Echada a perder.
¿Por qué? Quizá al propietario le acababan de dar una mala noticia, y tuvo que deshacer sus planes. Al entrar en el metro, se dio cuenta de que llevaba encima la entrada, y cuando se dio cuenta de que no podría ir, la tiró al suelo con rabia. O quizás estaba triste, y en un abandono a su propia miseria arrojó su felicidad al suelo, para que los demás la pisaran.
¿Qué habría sido?
De todos los días en que uno puede encontrarse en el suelo una entrada de teatro, de todas las horas en que uno puede encontrarse una entrada de teatro, Camille tuvo que encontrarse esa entrada de teatro, útil, el día de la obra y veinte minutos antes. Y detrás de esa entrada había una historia.
Al dejar las escaleras mecánicas, el viento le dio en la cara y, guardándose la entrada en el bolsillo, volvió a asombrarse del mundo en que vivía.
P.D. ¿Y de todo esto qué pensarán Gertrudis y Camino? (uy, Camino. No lo habría dicho nunca. Sí, querida.) No lo sabían. Estaría bien preguntárselo a Miguel y Alfonso cuando fueran a la sierra con los mantecados, pensaron.
Y no pensar que todo es tan terrible, porque no lo veo, no lo veo, no lo veo, es una mierda.
Al agacharse, Camille pudo ver el día y la hora que marcaba en el papel. No sabía por qué se había agachado, podría haber sido cualquier cosa, pero le llamó la atención ver, tirado en el suelo, un ticket de la misma forma y colores que suelen tener las entradas de teatro. Y por eso se agachó. Las letras más grandes eran las que decían el nombre de la obra de teatro en cuestión -un musical bien conocido en la ciudad representado por una renombrada compañía; lamentablemente, parecía que el mayor reclamo del reparto era una muchacha que había salido de un programa de televisión-, las letras más pequeñas rezaban el día y la hora en que debería haberse visto la obra. El día y la hora en que debería haberse visto la obra... Si no fuera porque, teniendo en cuenta el día y la hora que estaban escritos en el papel, esa obra iba a empezar en veinte minutos. Camille se aseguró de que efectivamente el día que marcaba el ticket era ése mismo, así que se planteó ir al teatro. Miró el reloj. Mierda. Ya no llegaba. Qué lástima, tuvo la suerte de encontrarse la entrada de una obra de teatro y no podía llegar a tiempo. Así que le dio otra vuelta a la bufanda alrededor de su cuello y salió a la calle, con la entrada en la mano.
En las escaleras mecánicas dejó de lamentarse por no llegar al teatro y emepezó a preguntarse cómo había llegado la entrada hasta allí. Se volvió a asegurar de que la entrada no estaba rasgada. No, no estaba rasgada y era para ése mismo día.
Pensó que a alguien se le habría caído, pero ¿dónde debe de estar una entrada para que se le caiga a alguien en el metro? ¿En un bolsillo? No, esa entrada estaba perfecta, ni doblada ni con la más mínima arruga. Ni siquiera tenía las esquinas levantadas. Hay personas a las que siempre ha asombrado esa capacidad para no levantar las esquinas de los papeles. Quizá estaba sirviendo de punto de libro y, al sacar la cartera para sacar el billete de metro, aparto para aquí, aparto para allá, podría haberse escurrido la entrada. Uff, demasiado complicado. Bueno, cosas más raras se han visto.
Bueno. Y... ¿y si la habían tirado? Podría ser que el propietario de la entrada al final no pudiera ir y la hubiese tirado al suelo. Pero una persona que tira una entrada de teatro al suelo lo debe de hacer con rabia, pues si al final no puede ir al teatro y no le da rabia, intenta sacarle el mayor partido a esa entrada. Así que la entrada fue tirada al suelo con rabia.
Echada a perder.
¿Por qué? Quizá al propietario le acababan de dar una mala noticia, y tuvo que deshacer sus planes. Al entrar en el metro, se dio cuenta de que llevaba encima la entrada, y cuando se dio cuenta de que no podría ir, la tiró al suelo con rabia. O quizás estaba triste, y en un abandono a su propia miseria arrojó su felicidad al suelo, para que los demás la pisaran.
¿Qué habría sido?
De todos los días en que uno puede encontrarse en el suelo una entrada de teatro, de todas las horas en que uno puede encontrarse una entrada de teatro, Camille tuvo que encontrarse esa entrada de teatro, útil, el día de la obra y veinte minutos antes. Y detrás de esa entrada había una historia.
Al dejar las escaleras mecánicas, el viento le dio en la cara y, guardándose la entrada en el bolsillo, volvió a asombrarse del mundo en que vivía.
P.D. ¿Y de todo esto qué pensarán Gertrudis y Camino? (uy, Camino. No lo habría dicho nunca. Sí, querida.) No lo sabían. Estaría bien preguntárselo a Miguel y Alfonso cuando fueran a la sierra con los mantecados, pensaron.
Y no pensar que todo es tan terrible, porque no lo veo, no lo veo, no lo veo, es una mierda.
Enormemente terrible, querida. Como un efebo de Caravaggio, por los siglos de los siglos.
IPWT.
6 Comments:
Como/Cuanto-Te-Amo...
cuando llevaba menos de la mitad leido he parado, he bajado la página para ver la longitud del cuento de ciudad, he comprobado que aún no se acababa y he sentido un trocito de felicidad.
a tus pies. gracias. :) muchas. creo q me lo releeré obsesivamente unas cuantas veces en los tiempos venideros.
PD:era la luna, o su luz, lo que tenía q estar en la cajita. :)
PD2: pq soy camille?
PD3: no sabràs mai com t'estimo.
By Anónimo, at 2/2/06 00:30
Qué grande eres, querida usuario anónimo, que me contestas las cosas antes de que te las pregunte, y me cuentas lo de la luna y su luz.
Eres Camille porque estaba buscando a una de tus/nuestras heroínas para bautizar a la prota, y ponerte por Anaïs Nin me parecía un poco imbécil, así que he pensado en nuestra querida Camille Claudel y su adorable fragilidad. Además, es el nombre de la prota de Juntos, nada más. Sí. Exacto.
Yo esta noche voy a sonreír al acostarme pensando en tus comments y postdatas.
P.D. Y que conste, antetodo y sobretodo a Doña Regia, que casi respeto más a tu novia que a ti.
By Anónimo, at 2/2/06 00:47
oh sparks, q terrible es esto, te juro, te juro, te juro, (y sabes que yo no juro), que al acostarme pensé camille? y automáticamente vino "Claudel" a mi cabeza. como cuando oyes "caballeros del..." y piensas "zodíaco"? pues así. camille.. Claudel. y yo pensando oh, no me lo ha dicho pero SÉ que es Claudel, que fuerte.
PD: que pasa con los mantecados?
By Anónimo, at 2/2/06 11:06
Con los mantecados no, querida. Con Camino.
By Anónimo, at 2/2/06 11:13
Olitaaa!!!
Wenuu mas de tu linia...tan filosofikos!!jejeje Lo de la luz o la luna al final q es??
Pos eso de la entrada es una puaa pk ya q se la enkuentra....joeee
Besines
PD: Le ago un poco de xiste xro sabes q me enkantan ehh
By Anónimo, at 3/2/06 21:37
hola , me gusto mucho tu cuento, haber visita mi pagina y me dices que opinas
www.krosubox.blogspot.com
qu!quex
pd: si te gusta me agregas a tus link jajajaaja
By Qu!quex, at 4/2/06 19:38
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