...Cuentos de ciudad...

miércoles, abril 05, 2006

Tercer boceto (La historia más triste*)

Una vez encontré un anuncio que decía:

Se alquila corazón. Se ofrece todo el tiempo. Se aceptan todas las condiciones. Atención absoluta y permanente. Rescisión del contrato en cuanto el cliente no se sienta satisfecho. Único requisito: no se hagan preguntas. Preguntar por Dani.”

Lo llamé y quedamos. Me citó en un bar. Cuando yo llegué él ya se había pedido algo para hacer tiempo, así que me levanté, nos dimos dos besos y me senté frente a él. Me preguntó qué era lo que quería. Yo le expliqué que lo que me apetecía era una especie de romance apasionado. Le conté que tenía ganas simplemente de sentir que alguien estaba enamorado de mí y que tenía ganas de poder hacer con alguien esas cosas que a uno se le ocurren justamente cuando no puede hacerlas. A él le debió de gustar el planteamiento, porque sonreía mientras yo le explicaba. Me preguntó si sabía cuál era la única condición y yo le dije que sí, que no podía hacer preguntas.
A partir de entonces viví exactamente lo que quería vivir. Empezamos poco a poco. Nos veíamos al principio para tomar un café, para ir al cine. Después paseábamos e intentábamos alargar el tiempo, sin querer marcharnos a casa. Yo me iba atreviendo poco a poco y él me tendía la mano dulcemente. Se dejaba hacer y a veces me sorprendía. Al cabo de un tiempo pasábamos noches enteras juntos, dormíamos juntos, yo lo miraba mientras él dormía, despeinado y con la espalda desnuda, y yo a veces me despertaba y él me estaba mirando. Entonces le besaba y volvíamos a hacer el amor.
Pasada esa etapa empezamos a acostumbrarnos el uno al otro, a sabernos predecir, a sonreír cuando adivinábamos lo que iba a decir el otro. Nos amoldamos perfectamente. Supimos crear un idioma propio a partir de las bromas que nos hacíamos. Yo pude aprenderme que él estornuda cada vez que huele un limón y que al atarse los zapatos siempre deja el lazo interior más grande para estirar hacia fuera de los cordones de cada zapato a la vez y quitárselos más rápido. Y él se aprendió que me calmo después de tener pesadillas si con el dedo me dibujan círculos en la espalda.
Cuando mis amigos me preguntaban cómo y dónde le había conocido, yo me inventaba cualquier historieta: que nos habíamos tropezado por la calle, que llamó a mi puerta buscando otra persona, que le devolví un monedero que no se le había caído a él... Pensaba que si supiesen cómo nos habíamos conocido en realidad creerían que realmente no estábamos enamorados. Pero sí que lo estábamos. Ninguno se metía donde el otro no quería. Yo no le preguntaba nada, y él libremente me contaba todo lo que quería. Y ambos saboreábamos esa libertad muy lentamente.
Un día, al cabo de los años, Dani y yo nos fuimos de viaje. Aquel día nos lo pasamos caminando, visitando lugares nuevos y escudriñando, como niños, los rincones que creíamos que poca gente conocería. Y al volver al hotel, completamente exhaustos, retozamos en la cama en busca el uno del otro. El calor de fuera nos hacía sudar, y al acabar sentimos una debilidad el cuerpo instalada en cada centímetro de piel.
-¿Sabes? –empezó a decir Dani mientras me tenía abrazada y me besaba el pelo-, nunca he estado así de bien con nadie. Te voy a contar una cosa que en principio no debería contarte.
Me giré y, apoyada en su pecho, le miré y le escuché.
-¿Te acuerdas del anuncio con el que me encontraste? Bueno, decía que se alquilaba corazón y que no se podían hacer preguntas. Eso es porque pienso que muchas veces alguien hace una pregunta esperando que otra persona conteste justo lo que quiere oír, y parece ser que cuando no es así, hay algo por dentro que hace como crec, y ya no es lo mismo. Quizá lo de alquilar un corazón sonaba extraño, a farsa, pero si a cambio de eso conseguía vivir algo con alguien que me hiciera sentir algo real, o verdadero, o... creía que valía la pena. Pero lo raro es que, y aunque me dé mucho miedo reconocerlo, contigo ya no siento que algo se pudiera estropear. A veces he tenido ganas de que espontáneamente me preguntaras cualquier cosa, ni que fuera la más ridícula, pero aún me podían los reparos. Pero después de pensarlo mucho, creo que podemos ser capaces de ser iguales en esto.
No me había dado cuenta hasta que se calló, pero tenía los ojos empañados. Me acerqué a su boca, le besé, me abrazó, e hicimos el amor hasta quedarnos dormidos.
A partir de aquel día me sentí aliviada. No es que antes me lo hubiera planteado demasiado, pero el no tener que pensar en ciertos momentos si podía o no decir algo hacía que estuviera mucho más relajada, conmigo y con Dani. A la práctica el cambio no se notó demasiado, puesto que hasta entonces todo había ido bien como lo habíamos estado haciendo. Era sólo un cambio sutil en el estar de cada uno. Al menos al principio.
Cuando le hube preguntado un par de cosas, Dani empezó a estar más eufórico. Cada vez que le preguntaba algo, se alegraba y me lo contaba con ganas. A veces montaba todo un espectáculo y a veces me lo contaba bien flojito, como si tuviera miedo de que alguien más le oyera. Pero siempre de una manera, en cierto modo, solemne, como un ritual, como si me estuviera contando un cuento.
Pasado un tiempo, Dani seguía teniendo ganas de contarme cosas, incluso a veces tenía la impresión de que era él el que me preguntaba si quería que me contase algo. Y yo, por complacerle, le decía que sí.
Al cabo de más tiempo, un día me estaba contando algo y, a media explicación, me dijo:
-¿Me estás escuchando?
Me di cuenta de que había dejado de escucharle y estaba absorta pensando en cualquier otra cosa que al interrumpirme se me olvidó. “Sí, claro”, le contesté. Y él siguió.
Y así, poco a poco, fui sintiendo cómo algo se me escapaba de las manos. Como si algo se fuera quedando mustio y yo no supiera qué, o por qué.
Por las noches soñaba con un árbol inmenso en medio de un bosque rebosante de vida, palpitante. Pero de pronto todo lo que le rodeaba empezaba a caerse, a arrugarse, y el árbol menguaba, y se secaba, y al final era una miniatura retorcida que yo recogía, llorando.
Y un día le dije a Dani:
-Ya no estoy enamorada de ti.
Y Dani se fue, sin preguntar nada.
* * *
La historia más triste es una novela de Javier García Sánchez.

6 Comments:

  • buena, buena, buena. ese final me ha gustado!!

    :D

    By Anonymous Anónimo, at 5/4/06 00:33  

  • Dpm Cris. Sin palabras...

    By Blogger Wyatt C.Miller, at 5/4/06 17:17  

  • Voy a empezar a leerme tus cuentos pk me gustan...
    ;)

    By Anonymous Anónimo, at 6/4/06 21:24  

  • Sobre el about...

    Relamente crees que escribes cosas tontas... Pues no te lo creas!
    ni el puro azar es tonto...

    Apa, ya lo he dixo.

    By Anonymous Anónimo, at 6/4/06 21:39  

  • GRANDE KRIS GRANDEEEE!!!!

    Q facil se rompe todoo por una simple pregunta!!

    By Anonymous Anónimo, at 25/4/06 21:37  

  • cris me encanta
    pati

    By Anonymous Anónimo, at 16/9/07 12:48  

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