Con
Siempre había pensado que la gracia era que alguien contestara lo que tú ibas a contestar justo antes de que tú lo contestaras. Que la gracia consistía en que alguien te tendiera la mano justo en el momento en que tú lo necesitaras, con la intensidad precisa, como si supiera lo malo que te pasa, para aliviarte. Pensaba que la suerte radicaba en encontrar a alguien que viviera contigo una sorpresa de la misma forma que tú la vives, y conociera todas y cada una de las gradaciones, intensidades y matices. Y que no acertara siempre, pero que, al explicarle, dijera: "Ah, ya... Sí, ya sé". Creía que encontrar ese alguien era como reunirte con el hermano o hermana del que te separaron hace tanto que ya apenas lo recuerdas.
Pero eso no es lo que ocurre. En realidad, uno da una sorpresa, se desnuda un poquito más el alma, se arriesga, creyendo haber encontrado alguien que asumirá la sorpresa con la intención de la sorpresa misma... Y no. Como si el mundo estuviera desfasado de sí mismo. Cuando unos van, otros vuelven, otros están yendo un poco antes, y otros aún no han llegado. Como si nadie pudiera caminar al lado de nadie, y para darnos las manos tuviéramos que estirar el brazo, como haciendo ver que la distancia no existe, y se nos rompiera, porque no se puede forzar que los demás estén más cerca. Si mis ojos brillan menos de un segundo, quiero que me mires cuando brillan. Pero a efectos prácticos mis ojos siempre estaban apagados. Muertos, herméticos, impermeables, como los de todos los demás.
Y, sin embargo, un día apareces tú. Con tu cabeza ladeada, tus manos en que juegan unos dedos con los dedos de la otra, y me pierdo.
De pronto te miro las piernas, te miro los brazos, las muñecas, las corvas, te miro el pelo y los mechones descolocados que te dan un aire de medio estar. Te miro -pero no eres un espejo- y no veo ni mis brazos ni mis manos; pero te miro, y te lo miro todo, y podrías ser yo. Pero no hay espejo alguno.
Así que me barres los rincones, me cuentas las arrugas y te aprendes las pendientes de mi espalda. Yo te paso un dedo por el costado y estudio las puntas de tu pelo. A la larga pierdo la cuenta de quién eres tú y quién soy yo. Entonces el dedo es tuyo y mío a la vez, el costado es tuyo y mío a la vez, tu pelo y el mío son el mismo. Tu espalda se ha metido en el hueco de mi espalda, y yo ya no sé qué siento, ni qué sientes, pero lo siento igual contigo que conmigo que contigo.
Pero eso no es lo que ocurre. En realidad, uno da una sorpresa, se desnuda un poquito más el alma, se arriesga, creyendo haber encontrado alguien que asumirá la sorpresa con la intención de la sorpresa misma... Y no. Como si el mundo estuviera desfasado de sí mismo. Cuando unos van, otros vuelven, otros están yendo un poco antes, y otros aún no han llegado. Como si nadie pudiera caminar al lado de nadie, y para darnos las manos tuviéramos que estirar el brazo, como haciendo ver que la distancia no existe, y se nos rompiera, porque no se puede forzar que los demás estén más cerca. Si mis ojos brillan menos de un segundo, quiero que me mires cuando brillan. Pero a efectos prácticos mis ojos siempre estaban apagados. Muertos, herméticos, impermeables, como los de todos los demás.
Y, sin embargo, un día apareces tú. Con tu cabeza ladeada, tus manos en que juegan unos dedos con los dedos de la otra, y me pierdo.
De pronto te miro las piernas, te miro los brazos, las muñecas, las corvas, te miro el pelo y los mechones descolocados que te dan un aire de medio estar. Te miro -pero no eres un espejo- y no veo ni mis brazos ni mis manos; pero te miro, y te lo miro todo, y podrías ser yo. Pero no hay espejo alguno.
Así que me barres los rincones, me cuentas las arrugas y te aprendes las pendientes de mi espalda. Yo te paso un dedo por el costado y estudio las puntas de tu pelo. A la larga pierdo la cuenta de quién eres tú y quién soy yo. Entonces el dedo es tuyo y mío a la vez, el costado es tuyo y mío a la vez, tu pelo y el mío son el mismo. Tu espalda se ha metido en el hueco de mi espalda, y yo ya no sé qué siento, ni qué sientes, pero lo siento igual contigo que conmigo que contigo.
4 Comments:
diossss que ñoño
By Anónimo, at 17/5/06 11:53
A mi la idea me gusta mucho y tmb como lo cuentas hasta la mitad, después se vuelve algo acaramelado, pero tampoco ñoño. Pa mi gusto...
By Wyatt C.Miller, at 18/5/06 00:22
Pos a mi me gustaaaa!!! Llamame ÑOÑAAA xroo..es bonitooo!!!jejejeje
Y la ideaaa es lo q todos pretendemos alcanzar algun dia NO???almenos yoo
Un besazoooo
By Anónimo, at 20/5/06 17:55
Me gusta lo que voy leyendo en este blog. Creo que has comenzado un camino de experimentación, y me gusta (me gusta redundar). Sigue haciéndolo. Si sigues ésta linea crearás joyitas para ser leidas, disfrutadas y recordadas.
By Anónimo, at 23/5/06 00:27
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