Mi corazón
Venía corriendo por el pasillo y me he quedado enganchada, como cuando una manga se encalla en una maneta. Pero a la vez que el mismo gesto estúpido de siempre, se me han cerrado los ojos, se me han apretado los dientes y una punzada de dolor me ha mandado hacia atrás. Me dolía la barriga de una forma sorda, sordísima, y demasiado insistente. Había un gancho en la pared. Un gancho negro y oxidado, podrido de resentimiento, y se me ha clavado en la barriga. Me ha desgarrado la ropa y ha incidido tan sucio. Me he quedado mirando. El gancho. Y mi barriga. No he pensado nada, sólo he mirado el gancho ensartado en mi barriga. Ahora ya empiezo a verlo todo de otra forma. Se me vuelven las líneas borrosas y los límites de los objetos giran alrededor de su centro yendo y viniendo, mareándolo todo. El gancho ha empezado a moverse. Poco a poco, se ha ido retirando, se ha ido metiendo en la pared y, en contra de lo que yo esperaba, se llevaba mi barriga. Yo me he quedado quieta, viendo cómo el gancho estiraba mi parte de barriga y lo estiraba como un gran trozo de plastilina. He empezado a ver cómo mi barriga y todo lo que seguía se iba transformando en un hilo gordo de masa que se llevaba el gancho pútrido. El gancho finalmente desaparecía de la pared, y el hilo que salía de lo que sentía como mi cuerpo flotaba delante de mí. Después de que todo a mi alrededor quedara difuminado, las paredes se han ido oscureciendo, el suelo se volvía cada vez más negro, como si alguien fuera bajando poco a poco las persianas de toda la casa. Pero un poco más allá. Ya no veía la penumbra de las persianas bajadas, sino una oscuridad cada vez más llena. Todo negro, y yo sólo veía mi cuerpo desbordándose de sí mismo en forma de cuerda. Poco a poco he ido dejando de ver las cosas que me rodeaban, y cuando ya toda yo era un hilo amarillento de carne retorcida y confusa, he pasado a ver desde fuera. Del último extremo del hilo quedaba un bulto marronuzco y redondito que latía. Después lo he visto más de cerca, y el hilo de mi cuerpo se ha ido haciendo cada vez más fino, a lo largo, a lo alto y a lo ancho, y de fino he dejado de verlo, y ha desaparecido, dejando sólo ese bulto oscuro y caliente, que parecía un remanso de sopor en el vacío.
Luego ha venido un perro, y se lo ha comido.
Luego ha venido un perro, y se lo ha comido.