Maktub
La calle Tolrà es una de las
calles que comunican la calle Dante Alighieri con la calle Llobregós, en el barrio barcelonés de Horta. Resulta
una calle curiosa, ya que ocupa poco espacio en la mente de los vecinos, por
tenerla por una de las callejuelas del barrio, cuando en realidad, observándola,
uno se da cuenta de todo lo contrario. En su recorrido tiene tiempo de bajar un
buen trecho y de subir otro tanto.
Para
los vecinos de la calle Dante resulta más familiar el tramo de bajada, ya que
es el más cercano, quedando el tramo de subida reservado a los lindes de las
zonas menos conocidas. Tanto es así que, cuando un vecino de la calle Dante
pasa por delante de la Tienda
de la Magia
–situada, como intuiréis, en el tramo de subida de la calle Tolrà- no puede por
menos que sentirse algo frágil, ante el desconocimiento de lo que tan
misteriosa tienda puede ofrecer. Y el vecino que pasea por delante mira, con
gran curiosidad, los objetos expuestos en el escaparate, permitiéndose por un
momento creer en las cosas invisibles y preguntándose qué misteriosas
propiedades guardarán en sí esos objetos.
Alicia
no podía ser menos, y eso mismo le pasaba cada vez que caminaba por la calle
Tolrà. A veces ese sentimiento era más evidente, y casi se le erizaba el vello
de la espalda; otras veces caminaba con prisa y el sobrecogimiento pasaba
desapercibido.
En
cualquier caso, hacía tiempo que un libro del escaparate le llamaba la
atención. Era un libro por entonces poco conocido, titulado El Alquimista y
escrito por un hombre llamado Paulo Coelho.
Quizá
fueron meses o años durante los que la hija de Alicia escuchó nombrar el libro de vez en
cuando en boca de su madre. Se trataba de comentarios esporádicos que su madre
decía cada vez que algo le hacía recordar el libro: "Hay un libro que tengo
ganas de leer…", …, "Me han dicho que ese libro está muy bien…".
Así
que aprovechando el interés de su madre, Clara, que así se llamaba la hija
de Alicia, y a la que le encantaba leer, por lo que intentaba siempre que los
demás leyeran también, regaló en una ocasión señalada El Alquimista a Alicia, a
pesar de su aversión por los libros de autoayuda, tal y como ella tildaba al
libro de Coelho.
* * *
Después
de que el Mercader de Cristales le dijera a Santiago, el pastor de ovejas, que
el muchacho había sido una bendición para él por ayudarle en su tienda de
cristales y hacer que ésta prosperara como el Mercader había soñado de joven,
Santiago se dio cuenta de que todo lo que había aprendido cuidando a sus ovejas
se debía en realidad no tanto a que ellas le enseñaran, sino a que él aprendía.
“-Maktub -dijo finalmente el Mercader-
-¿Qué
significa eso?
-Tendrías
que haber nacido árabe para entenderlo –repuso él–. Pero la traducción sería
algo como está escrito.”
Maktub. Está escrito.
* * *
Que
cuanto uno más aprende es cuando más se abre su mente, es decir, más puntos de
vista diferentes puede contemplar, lo que se consigue conociendo a tanta gente
como sea posible y viajando –en cualquiera de los significados que esta palabra
encierra-, lo aprenden precisamente aquellos que viajan. Y lo aprenden porque en un momento su mente se abre y, de pronto, como un empujón amable pero
firme, se dan cuenta y abren un poquito más los ojos. De manera que aquellos
que nunca viajan y siempre permanecen en el mismo estanque hermético son
doblemente ignorantes. Por un lado, igual que lo puede ser cualquier otro ser
humano y, por otro lado, por no conocer siquiera la existencia del gran
cambio que ofrece algo tan simple como dar un paso en una nueva dirección.
Lo
cierto es que en este sentido Álex tenía cierta ventaja frente a la mayoría de
la gente. El segundo apellido de Álex provenía de una tierra un tanto lejana,
por lo que, gracias a ello, su madre había podido enseñarle francés y llevado a
la tierra de origen de su apellido.
Por
si eso no fuera suficiente, la madre de Álex siempre había sentido un vínculo
con la espiritualidad, conocía a personas capaces de percibir sutilezas que la gente corriente ignora y de esa manera había inculcado a Álex
ese respeto por lo espiritual. Así que desde bien pequeño Álex se familiarizó
con formas de vida alternativas: comidas variadas y provenientes de otras
culturas, terapias y medicinas alternativas… y, por supuesto, todo ello le
permitió forjar una inquietud por las culturas, religiones y filosofías de
otros continentes.
Fruto
de todo esto, Álex era una persona sonriente, cuidadosa y considerada, pues era
consciente de que cada persona es una persona y tenía presente lo que la
palabra persona describe y merece. Por eso intentaba siempre respetar a todo el
mundo por igual y tenía una gran capacidad para relacionarse con grupos con
aficiones y costumbres bien distintas entre sí.
Por
lo tanto, a nadie podía extrañar que en la joven cabeza de Álex fuera tomando
forma la idea de un Gran Viaje, que le permitiera conocer todos esos mundos y
culturas y personas sobre los que él había leído, así como conocer el gran
mundo y persona que él mismo llevaba en su interior.
En
la adolescencia él no podía ni atisbarlo, pero algún día Álex iba a convertirse
en Jero, el Viajero.
* * *
Clara
no sabía qué fue lo que un día le hizo darse cuenta de la gran diferencia que
puede suponer una sonrisa.
Quizá
fue una vez, al comprar el pan, cuando la dependienta le dio su barra y su
cambio, y acompañó el Gracias con una sonrisa sincera.
Algo
dentro de Clara se movió y, al querer entender por qué, se dio cuenta de que
se debía a la sonrisa de aquella chica, que había sido totalmente voluntaria y
prescindible, lo que la convertía en valiosa: algo tan simple que decides
ofrecer o no.
Por
lo tanto, Clara sonrió.
* * *
""Cuando deseas alguna
cosa, todo el Universo conspira para que puedas realizarla", había dicho el viejo rey."
* * *
Marta
se daba cuenta de que Clara estaba haciendo grandes progresos. Marta veía
que Clara había estado mucho tiempo tratándose mal a sí misma de la forma en
que nadie, ni ella misma, podía darse cuenta: pensando constantemente mal sobre
las cosas que la rodeaban y las que ella misma hacía o era. Y la pena es que
las cosas de las que nadie se da cuenta y nadie ve no tienen solución.
Sin
embargo, por fin Clara empezó a ver que algo no andaba bien, algo dentro de
ella había conseguido sacar la cabeza de entre el veneno hervido a fuego lento
durante años para avisar de que ese veneno estaba ahí dentro.
Al hablar con
Marta, Clara sentía una tranquilidad transmitida por la voz, los gestos y la forma de
hablar de Marta, y sentía que con ella aprendía y
podría aprender mucho más aún. Pero si había algo que Marta sí quería enseñarle
a Clara era que todo eso que Clara sentía que aprendía no lo aprendía en realidad,
sino que siempre lo había sabido. Si había algo que Marta quería que Clara
supiese era que Marta, simplemente, la hacía recordar, como tendiéndole la mano
a ese atisbo de luz de entre el veneno de las cosas negativas de la cabeza de
Clara.
Marta hablaba
sobre el Universo y decía que, si le pedimos cosas al Universo, éste nos
las concederá; bastaba con visualizarlas y desearlas desde el corazón. De hacer
así, poco a poco iríamos acercándonos a aquello que deseamos.
Desde hacía un
tiempo Marta se había convertido en una gran conocedora de algunas terapias
alternativas. Era maestra de Reiki, dominaba las Flores de Bach y estaba
íntimamente familiarizada con una gran variedad de prácticas y filosofías. Y creía en ellas. A su manera, las había
interiorizado para aprender, evolucionar y estar en armonía consigo misma y con
el Universo generoso que la rodeaba.
Por eso Marta
transmitía tanta paz a Clara, porque Marta guardaba en sí una calma que
Clara empezaba a vislumbrar.
Un día
Clara le dijo a Marta que sentía como si dentro de ella algo empezara a
vibrar. Marta le respondió que estaba contenta por ella porque creía que estaba
empezando su despertar. Le dijo, como ya otras veces le había explicado, que
ahí podía empezar su camino, su evolución, y que éste dependía únicamente de
ella, de hacia dónde sintiese que el Universo la llevaba. Le explicó que el
grado de autoconocimiento al que llegara dependía de ella, y le avisó también
de que en ocasiones resultaría duro.
Clara
escuchaba y pensaba cuántas cosas había experimentado Marta para ser capaz de
hablar de algo tan complejo y hetéreo con tanta concreción. Y sentía que quería
saber más, quería aprender.
Marta le
sugirió que para empezar a entrar en el tema podía leer algunos libros. Le
recomendó uno, pero le advirtió que ese libro podía resultar especialmente
duro; podía estimularle hasta tal punto que llegara a obsesionarse.
Aparte,
Clara creía recordar algún libro de crecimiento personal en la biblioteca de
sus padres.
-Creo que
tengo El Alquimista-, sugirió Clara como alternativa.
-¡Ése es muy
bueno!-, dijo Marta.
Esa misma
noche Clara abrió El Alquimista.
* * *
Maktub. Está escrito.
* * *
Jero,
el Viajero, sonreía al niño ante la hoguera. El fuego les daba calor y
coloreaba sus mejillas, dibujando sombras en sus caras y haciendo más suaves
sus pieles. Los compañeros de viaje de Jero y la familia del niño también se
reunían alrededor de la hoguera mientras cenaban.
Atrás
quedaban entonces los años en que Jero soñaba con viajar a tierras lejanas.
Seguro que su viaje no se parecía en nada a las imágenes que él había creado,
soñando despierto en las aulas de su gris y fría facultad. No se parecía en
nada a sus sueños, pero era mejor. Porque era real. Él jamás había imaginado a
un niño mongol iluminado por el naranja del fuego, pero allí estaba.
Y
podía decirse que era feliz.
* * *
A
Patricia le gustaba saludar efusivamente a los conductores de autobús;
disfrutaba parándose a charlar con conocidos que se encontraba por la calle;
acostumbraba a dar sólo un beso cuando se reunía con alguien, pero siempre
posaba su mano en el brazo u hombro de la otra persona, porque estaba
convencida de que las personas están demasiado alejadas las unas de las otras,
y por eso están tristes.
Por esa
forma de hacer, Clara recordó a la dependienta que hacía tiempo le había
sonreído al devolverle el cambio del pan.
Y
desde entonces su voz sonaba convencida al entrar en el autobús.
* * *
Al
poco de volver de Mongolia, a Jero el Viajero le robaron la fantástica cámara
con la que pudo fotografiar los extraordinarios paisajes que había conocido.
Eso
no le gustó. Además, la gente a su alrededor era fría, distante, y eso le hacía
sentirse lejos. Lejos de cualquier lugar que él pudiese querer; lejos de
cualquier lugar que pudiese siquiera disfrutar.
De
todos modos, de todos es sabido que, igual que las aves descienden y en cuanto
sienten que pueden remontan el vuelo, Jero se animó y recuperó poco a poco el
buen humor.
Abandonó
esa ciudad de gente distante y llegó a otra ciudad donde las personas parecían
estar deseando tener una excusa que les permitiera conocer a ese extranjero de
tupida y roja barba.
A
Jero le volvieron las ganas de hacer cosas: caminaba cuando quería caminar,
comía cuando tenía hambre y bebía cuando tenía sed. Su ánimo se recuperó. Tanto
es así que compró utensilios para dibujar esos templos que lo embelesaban e
incluso se decidió a comprar una guitarra. El buen humor del que gozaba le
permitió darse cuenta de que echaba de menos la música y le vinieron ganas de
poder practicar para no perder agilidad en sus manos.
Y
Jero encontró su guitarra.
* * *
Maktub. Está escrito.
* * *
“La guitarra que me compré ayer es muy buena compañera. Es
una baratija, suena horrible, para qué engañarnos, pero suena. A veces pienso “qué
mal suena la cabrona” y luego pienso “pero antes no sonaba porque no tenía”, así
que ya soy un poquito más feliz.”
Maktub.
* * *
Clara
- ¿Ya le has puesto nombre a la guitarra?
Álex (Beijing) - No
tiene nombre, sólo he pensado que voy a hacerle dibujitos, jajaja
Clara - :D
Álex (Beijing) - Está
esperando a que le pongas un genial nombre como a mí Jero
Clara - ¡¡¡¡Uish!!!! ¡Menuda responsabilidad!
Clara - Bueno, pensaré en ello hasta que tenga un nombre
bien digno.
Clara - Digno de la guitarra que te hace feliz.
* * *
A los dos días Clara acabó El Alquimista.
El lunes siguiente Clara se marchaba de viaje con
Patricia y Natalia a Sevilla y Granada, crisol de culturas, como solía decirse,
pues allí estaba la Alhambra,
creación árabe excelsa donde las haya, levantada cuando en su país tres
culturas tan distintas como la católica, la judía y la musulmana convivían en
armonía, desplegando cada una sus artes y sus ciencias, como buena muestra de
ello daba la Alhambra.
Clara quería acabarse el libro antes de marchar de
viaje. Creía que éste podía enseñarle algo importante que podría utilizar en su
viaje, o le podía transmitir algún conocimiento en el que podía empezar a
pensar cuanto antes.
Y Clara sólo lo intuía, pero ese libro iba a ser el
vínculo de muchas cosas.
* * *
Maktub. Está escrito.
* * *
Santiago, el protagonista de El Alquimista, es un joven
pastor de ovejas que, tras tener un sueño repetido, decide, animado por algunos
personajes con los que se topa, emprender el viaje que le permitirá
alcanzar lo que un rey llamó Leyenda Personal y, a través de ella, comprender
el Lenguaje del Mundo, contenido en el Alma del Mundo.
"Cuando deseas alguna cosa, todo el Universo
conspira para que puedas realizarla."
* * *
* * *
Clara pensó que eso se parecía a aquello de lo que
Marta le había hablado.
* * *
Para poder tomar el avión que la llevara a Sevilla,
Clara debía renovar el carnet de identidad, por lo que leía las últimas
páginas de El Alquimista en la cola de la comisaría.
* * *
En su sueño, Santiago veía las grandes Pirámides de
Egipto y cuando soñó con ellas por segunda vez, empezó a intuir que algo lo
empujaba hacia allí.
* * *
"Cuando deseas alguna cosa, todo el Universo
conspira para que puedas realizarla."
* * *
Clara esperaba por un lado que la cola no se
alargara demasiado, pues después había quedado con un amigo suyo que se
marchaba de viaje.
Por otro lado, también esperaba que la cola fuera lo
suficientemente larga para acabar el libro.
Manuel, un amigo de Clara, marcharía en pocos días a un lugar en
el que había pensado tanto como Jero había pensado en su Viaje. Se marchaba
hacia aquello en lo que había soñado.
Y su sueño era Egipto.
* * *
A pesar de querer acabar el libro, Clara pensó que
iba a estar en la cola tiempo de sobras, así que aprovechó el bar de al lado
para ir al servicio y almorzar.
El bar se llamaba Bar Nilo.
* * *
Maktub.
Está escrito.
* * *
Carta a Álex. Epílogo
Cómo podría establecerse una
relación entre dos cosas que aparentemente no tuvieran nada que ver...
Quizá porque nos empecinamos en darle un sentido. O quizá porque todo forma parte de una misma cosa, que es aquello que estamos viviendo, o lo que podemos llamar nuestra vida o aquello de lo que todos somos una pequeña parte.
Quizá porque nos empecinamos en darle un sentido. O quizá porque todo forma parte de una misma cosa, que es aquello que estamos viviendo, o lo que podemos llamar nuestra vida o aquello de lo que todos somos una pequeña parte.
Al final todo radica en algo muy pequeño, en lo más
simple, en lo que todo lo explica; un secreto ínfimo que dota de sentido a las
cosas. Ser feliz.
Que así sea. Maktub.
Está escrito.
Si al volver del punto más alto de la estepa más
alejada del sitio donde naciste lo que te hace feliz es una guitarra fea,
descolorida y que suena mal, ése debe ser su nombre: Maktub, pues ella conoce el encantamiento del secreto para hacerte
feliz; en ella está sellado ese secreto; en ella está escrito.
Ésta es la historia que he escrito en el día de hoy,
que es el hilo que une una pequeña lista de acontecimientos más o menos
relevantes, pero todos importantes, de las vidas de unas pocas personas.
Hoy he acabado
el libro, hoy he escrito esta historia, hoy te la envío porque ya está escrita.
Maktub.
Agosto 2007