Alguien se marcha
Alguien se marcha. No dice a dónde y no dice por qué. No dice nada. Se ha marchado cuando nadie le veía, para que nadie se diera cuenta.
Unos días después alguien encuentra una nota. Metida a medias en un libro que solía leer la persona que se fue, o dentro de algún cajón, o entre sus revistas.
Me dan la nota y yo la leo. Entonces entiendo. Entiendo por qué se marchó y a dónde fue. Y el misterio está resuelto.
Alguien encuentra un papel con algo escrito. Algo que no entiende, pero que podría tener algún significado. Ese alguien piensa en las cosas que podrían estar relacionadas con lo escrito en esa nota. Busca, indaga, pregunta. Averigua de quién era el objeto dentro del que estaba el papel. Ese alguien le explica cómo consiguió el objeto. Se dirigen al primer propietario del objeto, y entre todos descubren que ese papel lo escribí yo antes de irme. Misterio resuelto.
Si alguien deja una pista en un libro de ejercicios y se mata, lo hace porque sabe que se descubrirá el misterio.
¿Qué pasa con los misterios que se quedan en el mensaje del libro de ejercicios?
Si no se encuentran, es quizá porque alguien guardó el libro en su sitio de la librería sin darse cuenta de que dentro había algo especial. O se deslizó la nota, llegó al suelo, y quien tenía el libro en la mano no se dio cuenta.
Sea como sea, siempre se debe todo al acierto o la torpeza de una persona, y ése es el puente entre una nota y un desenlace, sea cual sea, se resuelva el misterio o no; si no, no hay historia.
Laura solía entretenerse a la salida del instituto. Después de las clases, se sentaba con sus amigas en los bancos de un parque cercano. Al cabo de un rato, volvía a casa. Normalmente no estaban sus padres cuando ella llegaba, así que ella se ponía a hacer los deberes para el día siguiente. Después merendaba y miraba un poco la tele. O veía algún video. Cuando sus padres llegaban a casa le preguntaban cómo le había ido en el colegio, y ella les contaba qué profesores habían tenido un mal día y cuáles no. Cenaban los tres juntos y recogían entre todos. Antes de irse a dormir, Laura comprobaba que su gato tenía agua en el bebedero, lo acariciaba por el lomo hasta la punta de la cola, y se metía en su habitación. Leía un poco antes de apagar la luz y se dormía cuando los ojos ya se le habían acostumbrado a la oscuridad, de tanto mirar al techo, donde tenía estrellitas fosforescentes.
Tener quince años no es tan fácil. O al menos no le parece fácil a una persona de quince años. A los que no tengan quince años, no les parecerá tan complicado.
Después de esto, un día los padres de Laura la encontraron muerta en su habitación, al lado de un pote de pastillas vacío.
Y nadie se explicó nada.
¿Laura no dejó una nota?
Ni siquiera yo sé muy bien cómo conozco la historia. Creo que me la explicó alguien que se dedicaba a revisar los espacios entre páginas de todos los libros que encontraba.
Unos días después alguien encuentra una nota. Metida a medias en un libro que solía leer la persona que se fue, o dentro de algún cajón, o entre sus revistas.
Me dan la nota y yo la leo. Entonces entiendo. Entiendo por qué se marchó y a dónde fue. Y el misterio está resuelto.
Alguien encuentra un papel con algo escrito. Algo que no entiende, pero que podría tener algún significado. Ese alguien piensa en las cosas que podrían estar relacionadas con lo escrito en esa nota. Busca, indaga, pregunta. Averigua de quién era el objeto dentro del que estaba el papel. Ese alguien le explica cómo consiguió el objeto. Se dirigen al primer propietario del objeto, y entre todos descubren que ese papel lo escribí yo antes de irme. Misterio resuelto.
Si alguien deja una pista en un libro de ejercicios y se mata, lo hace porque sabe que se descubrirá el misterio.
¿Qué pasa con los misterios que se quedan en el mensaje del libro de ejercicios?
Si no se encuentran, es quizá porque alguien guardó el libro en su sitio de la librería sin darse cuenta de que dentro había algo especial. O se deslizó la nota, llegó al suelo, y quien tenía el libro en la mano no se dio cuenta.
Sea como sea, siempre se debe todo al acierto o la torpeza de una persona, y ése es el puente entre una nota y un desenlace, sea cual sea, se resuelva el misterio o no; si no, no hay historia.
Laura solía entretenerse a la salida del instituto. Después de las clases, se sentaba con sus amigas en los bancos de un parque cercano. Al cabo de un rato, volvía a casa. Normalmente no estaban sus padres cuando ella llegaba, así que ella se ponía a hacer los deberes para el día siguiente. Después merendaba y miraba un poco la tele. O veía algún video. Cuando sus padres llegaban a casa le preguntaban cómo le había ido en el colegio, y ella les contaba qué profesores habían tenido un mal día y cuáles no. Cenaban los tres juntos y recogían entre todos. Antes de irse a dormir, Laura comprobaba que su gato tenía agua en el bebedero, lo acariciaba por el lomo hasta la punta de la cola, y se metía en su habitación. Leía un poco antes de apagar la luz y se dormía cuando los ojos ya se le habían acostumbrado a la oscuridad, de tanto mirar al techo, donde tenía estrellitas fosforescentes.
Tener quince años no es tan fácil. O al menos no le parece fácil a una persona de quince años. A los que no tengan quince años, no les parecerá tan complicado.
Después de esto, un día los padres de Laura la encontraron muerta en su habitación, al lado de un pote de pastillas vacío.
Y nadie se explicó nada.
¿Laura no dejó una nota?
Ni siquiera yo sé muy bien cómo conozco la historia. Creo que me la explicó alguien que se dedicaba a revisar los espacios entre páginas de todos los libros que encontraba.